14 de octubre de 2019

Necrológica en memoria del Ilmo. Sr. D. Jorge Roquette Gaona: Discurso del Ilmo. Sr. D. Rafael Comino Delgado


Excmo. Sr. Presidente, Excmas. e Ilmas. autoridades, Ilmos. Sres. académicos, Familiares del Ilmo. Sr. Don Jorge Roquette Gaona (q.e.p.d), Sras. y Sres.

Ante todo, mi agradecimiento a esta Real Institución, a su Excmo. Sr. Presidente y a su Ilmo. Sr. Secretario Perpetuo, por permitirme tomar la palabra en este merecido acto de homenaje a la memoria de nuestro compañero y amigo el profesor don Jorge Roquette.

Mi intervención (discurso) será leída, pues de lo contrario consumiría el doble de tiempo del que dispongo (15-20 minutos), y además correría el riesgo de que algo de lo que quiero decir se me quedase en el tintero. 
Pues en estos momentos resulta difícil encontrar las palabras adecuadas, para expresar un aluvión de recuerdos y sentimientos muy intensos, muy profundos que, al menos yo, tengo y que es necesario ordenar antes de exponerlos.
Hablaré del Prof. Roquette, primero como persona, después como, médico otorrinolaringólogo, compañero en la Facultad de Medicina, en el Hospital Moreno de Mora primero, después en el HUPR y en esta Real Academia. A propósito de ello, también me referiré a un evento  importante como fue mi ingreso en ella, pues el Prof. don Jorge Roquette fue el encargado de contestar mi discurso.

En junio de 1986 llegué a Cádiz, procedente de la universidad de Valladolid, donde era catedrático, para ocupar la cátedra de Obstetricia y Ginecología de esta universidad; en septiembre del mismo año me incorporé al Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Moreno de Mora.
Las circunstancias hicieron que a uno de los primeros profesores del claustro de Medicina, además de a los de mi especialidad, que conocí fuese precisamente al Prof. don Jorge Roquette Gaona. Ya, en la primera conversación que mantuvimos, me pareció una persona excepcional, un gran caballero.  Le extrañó que me hubiese venido de Valladolid a Cádiz, sobre todo teniendo que volver a opositar para ello. Yo le expliqué que había opositado a Cádiz, siendo ya catedrático en Valladolid, porque allí, la situación en el hospital era bastante precaria, pues por motivos políticos (enfrentamiento entre la Facultad de Medicina y el Insalud, tras ganar las elecciones el PSOE 28 de X-1982) los Servicios de Pediatría y Ginecología llevaban cerrados tres años, (solo pasábamos consultas) permitiéndonos a los ginecólogos, tras largas negociaciones, hacer Ginecología, pero no Obstetricia, pues nos abrieron 15 camas para poder hospitalizar a pacientes ginecológicas, y a los pediatras ni eso, solo podían pasar consultas pero no hospitalizar. 
Él me contó que había ganado por oposición, de las de antes, de las que se hacían en Madrid, la cátedra del País Vasco, pero que allí su situación no era nada buena, por razones también políticas, pero de otro orden, y ampliamente conocidas, que no es necesario recordar, de todas formas que fueron expuestas por el profesor don Juan Bartual en la nota necrológica que escribió al día siguiente de su fallecimiento (10-VII-2019), y renunció a la plaza, para volverse a Cádiz, donde tuvo que opositar a la plaza de Prof. Titular vinculada a una de Jefe de Sección en el Hospital.
  
Sus modales, su amabilidad, su exquisita educación y respeto me cautivaron. 
Después, como es lógico, cada vez tuve más contacto con él en el hospital y en la Facultad. Frecuentemente hablábamos de muy diversos temas, de sus aficiones, entre ellas la música clásica a la que también soy aficionado, los Toros, mi principal afición, que él también compartía. 
Me contó que en sus antecedentes familiares había habido unos picadores, y que un gran crítico taurino de los años 50-60 del siglo pasado, don José Maria Gaona, escribía bajo el pseudónimo de “Tío Caniyitas”, era su tío. Efectivamente había nacido en Cádiz, pero vivió en Córdoba, y del cual se dice en la colección “Sabios del Toreo”, que entre los de su época destacaba por el ingenio, la prosa y el verso.

Era don Jorge Roquette una persona muy inteligente, cordial, educada, respetuosa con todo el mundo. Muy moderado y equilibrado en sus palabras y en sus hechos. Podríamos decir que era un hombre con clase, con categoría, con mucho Compas. La palabra Compas se emplea frecuentemente con varias acepciones, entre otras para referirse a aquellas personas que nunca pierden la compostura, que saben salir airosas de cualquier situación, que saben estar, “es el saber estar”. Un hombre, qué en su modo de ser, de hablar, expresaba sentido común, templanza y armonía.
Recuerdo muy bien sus intervenciones en las Juntas Facultativas del Hospital, y también en esta Real Academia, en las que solía hablar poco. Era persona más bien de poco hablar. Desde luego siempre he pensado que el “secreto del éxito está en hablar poco, escuchar mucho y hacer mucho más”; también siempre se ha dicho que “hay quien solo habla porque tiene algo que decir, y otros que hablan simplemente  porque quieren decir algo”. Y siguiendo con los adagios, el sabio, filósofo griego Tales de Mileto pensaba que “muchas palabras nunca indican mucha sabiduría”. Bueno pues el Prof. don Jorge Roquette no era, como dijimos, de muchas palabras, hablaba poco, escuchaba mucho y hacía mucho más, y desde luego hablaba solo cuando tenía algo que decir”. Es más, yo añadiría que cuando tenía “algo importante” que decir, pues lo poco que hablaba era muy medido, muy justo y muy acertado. Cuando pedía la palabra todos, instintivamente, prestábamos mucha atención porque, solía empezar haciendo un resumen muy sucinto de lo expuesto hasta el momento, y luego emitía su parecer, generalmente acertado, claro y equilibrado. Don Jorge siempre solía estar en razón.
Era un hombre de una sólida cultura, de una profunda formación ética, moral y religiosa. De profundas convicciones. En muchas  ocasiones hablamos de temas  morales, y pronto me di cuenta de su solidez, de la enorme bondad que almacenaba en su alma, preocupado siempre por buscar la verdad, la justicia, la equidad. Un hombre íntegro donde los hubiese. Una de las personas más importantes, pero importantes de verdad, que he conocido en mí ya larga vida.
Don Jorge Roquette Gaona tenía tres cualidades, que entiendo hacen a una persona superior a la mayoría de los mortales, y esas son, eran, en él: a) Grandeza de espíritu, b) Lealtad de corazón (un hombre leal, integro; si alguien lo duda que le pregunten a don Juan Bartual, y en general a todo el que le haya conocido) y c) Humildad de alma. Era muy humilde. En su discurso de contestación al mío, que antes he mencionado, dijo exactamente: 
“Agradezco el honor de haber sido designado para hacer el discurso de contestación… porque nada puede agradar más que hacerlo para el compañero de Universidad, de fatigas hospitalarias y además amigo que es para mí Rafael Comino. Un único pero es, sin embargo, reconocer que él merecería de otros con mayor autoridad de la que yo tengo, que es bien poca, mejores palabras que las que yo hoy pueda dedicarle”.
¡Donde quiera que estés, Jorge, aquel día te lo dije, y hoy te lo repito, aquí públicamente, tus méritos, tu autoridad eran más que sobrados, y para mí fue un inmenso honor que tú lo hicieras!
En resumidas cuentas, el Prof. don Jorge Roquette Gaona era, ante todo, como persona, como hombre, un CABALLERO, un SEÑOR, en el más amplio sentido de la palabra, un hombre 10, y luego después de Caballero, era médico, pero primero un CABALLERO, médico otorrinolaringólogo y de los muy buenos, no solo por sus conocimientos clínicos, científicos, sino también por su forma de tratar a los pacientes, de relacionarse con ellos; les transmitía seguridad, esperanza, tranquilidad. De su consulta los pacientes salían muy reconfortados.
Desde siempre he oído decir que, “Dios suele llevarse a los mejores muy pronto” y en el Prof. don Jorge Roquette esto se ha cumplido.

II) Como profesional, solo puedo decir que era uno de los grandes de nuestra Facultad de Medicina, de nuestra Universidad, uno de los grandes de la OTR en España. En cualquier parte de España le conocían. Cuando uno hablaba del Prof. Roquette, en otras universidades u hospitales, por ejemplo en la Facultad de Medicina de Navarra, lugar al que voy con frecuencia, en Madrid, Granada, Córdoba, Barcelona, pongo por ejemplos, pues fueron lugares donde por una u otra razón salió su nombre a colación delante de mí, conversando con compañeros otorrinos, siempre percibí que hablaban de él con admiración y respeto.
Le pedí multitud de favores para que viese a amigos, familiares y a mi mismo, pues padezco, como el 25% de los que nos dedicamos a la docencia, una faringitis crónica, y con cierta frecuencia acudía a él. Siempre me atendía, a mí y a todo el mundo, con gran presteza y amabilidad. Pocas personas del Hospital o Facultad de Medicina habrá que no le pidieran alguna vez un favor. En varias ocasiones le pedí favores para que viese a toreros, gremio en el que tengo numerosos amigos, y como Jorge era bastante aficionado al Toreo, pues lo primero que hacía era informarse bien de quien era la persona, el paciente, y cuando llegaban se dirigía a ellos por su nombre de pila y dos apellidos, lo cual les causaba impacto, y después me comentaban, ¡Hay que ver se sabía mis apellidos! ¡Este hombre, además de muy buen médico, es muy buen aficionado!
En fin, tengo innumerables recuerdos de don Jorge, el profesional, que me llevaría mucho tiempo exponer, incluso muy brevemente, y en todos aparece como un muy Buen Médico clínico, científico, docente e investigador, que transmitía seguridad y confianza, como antes dijimos. 
El último recuerdo que me queda, en el aspecto medico se lo contaré a Uds. muy resumidamente: Yo, como les he dicho, padezco una faringitis crónica, y la solución es, beber mucho cuando se habla y aprender a convivir con ella. Pero un par de años después de jubilarme me apareció una cierta disfonía, esporádica, especialmente en invierno. Aquello me preocupó más o menos y recurrí a él. Me vio y dijo que era funcional, que fuera al logopeda, que no tenía nada que ver con la faringitis. Así lo hice y a veces mejoraba y otras volvía a estar lo mismo. Me hicieron varias pruebas, y siempre todo era normal. Pero como no desaparecía, cuando estaba en un momento más agudo, quizás le molesté en exceso, y un día me dijo: ¡No le des más vueltas, Rafael, lo tuyo es un problema de tensión, te pones tenso! Yo no lo comprendí y le dije, pero como voy a estar tenso si muchas veces estoy solo en casa, en el despacho, tranquilo y tengo la disfonía. Bueno, pues aunque tú no lo percibas estas tenso. Me resultó difícil admitirlo, pero lo cierto y verdad es que finalmente, un día, que estaba en momento álgido, fui a verle pero ya se había jubilado, y me vio la Dra. Porras, me hicieron una Estroboscopia, y me dijo lo mismo que me había dicho don Jorge, aconsejándome logopedia, con la suerte de que la logopeda, me recomendó hacer ejercicios de relajación de los músculos del cuello (ya me lo habían recomendado antes pero no lo tomé muy en serio) todos los días, y eso ha sido lo único que me ha mejorado. Luego el Prof. don Jorge Roquette una vez más llevaba razón. 
Por todo ello y, en conclusión, como profesor, como médico, como clínico, como científico, en general, era también un grande, un hombre 10, reconocido, admirado, querido y respectado por los pacientes, los alumnos y, lo que es más difícil, por los compañeros.

III) Quiero referirme a algo muy importante, de gran valor para mí, y es que cuando ingresé en esta Real Institución, él fue el encargado de contestar mi discurso, e hizo uno precioso, por su forma y su contenido, con la elegancia y brillantez que siempre le caracterizaron, basándose naturalmente en su gran sensibilidad y vasta cultura. Una joya literaria que conservo con gran cariño.
Supo relacionar la Obstetricia-Ginecología y la Otorrinolaringología con gran habilidad y conocimientos, aportando varias citas históricas adecuadas al momento. Se daba la coincidencia de que una de mis líneas de investigación ha sido la Menopausia, y el Prof. Roquette también prestó a este tema, o etapa de la vida de la mujer, especial atención desde el punto de vista Otorrinolaringológico. Lo conocía bien. Hasta citó los trabajos de los antropólogos O´Connell y Hawkes de la universidad de Utah, en la tribu africana de Hadza (Kenia y Tanzania), y la Teoría o Hipótesis de “La Abuela” que propusieron en 1999, según la cual, “En la mujer, su vida se prolonga muchos años, tras cesar su capacidad fértil (más de un tercio de toda la vida la vive en postmenopausia, pues la esperanza de vida de las mujeres en España es de unos 86 años), cosa que no ocurre en otras especies animales, y ello con el fin de desempeñar un papel fundamental ayudando a las hijas a criar su prole, lo que hace más eficaz  el proceso reproductivo. En nuestros días, y en nuestra cultura ocurre algo parecido, que ha dado lugar a la aparición del llamado “Síndrome de la abuela esclava”, ampliamente conocido por los médicos de familia, pues ven muchas abuelas con este síndrome (ansiedad, estrés, depresión, insomnio, cansancio, etc.)

Conocida mi afición a la Tauromaquia, y siendo él muy buen aficionado, en su discurso, introdujo muchos términos taurinos, pero de forma sutil, muy oportuna, de tal manera que fue desarrollando el discurso en tercios como se desarrolla la lidia, y resultó, al menos para mí, muy bello. 
Empezó por citar a Salvador Sánchez Povedano “Frascuelo”, granadino como yo, y grandioso torero, de la segundad mitad del  siglo XIX, para comparar, en importancia, mi labor en la O-G con la que el torero hiciera en los ruedos. Después dijo exactamente, “en el fondo del alma de Rafael Comino anida un duende torero, y posiblemente también en la mía, aunque no pase de subalterno”. En un momento de su intervención llegó a decir, sin desentonar, lo más mínimo, del solemne acto académico: “Pues nada maestro va por Vd”. Acabó el discurso diciendo “Hoy se abre para ti una puerta grande”, término, como es sabido, muy taurino. 
En fin, un discurso propio de él, pleno de gentileza, de distinción, y hasta de gracia, muy bien documentado, que siempre llevaré en mi recuerdo y en mi corazón.

IV) Tengo que terminar y quiero hacerlo  tratando de expresar, muy brevemente, lo que ha sido y significado para mí, el profesor  Roquette, como  compañero y amigo, durante más de 30 años. Y lo haré diciendo: 
1) En primer lugar, que el haber conocido al Prof. don Jorge Roquette me ha enriquecido muchísimo, como persona. Me encantaba hablar con él de cualquier tema, pues de todo sabia, y hablaba con sentido común, conocimiento de causa y gran mesura. Tenía la principal virtud de los grandes conversadores, y es la de “escuchar más que hablar”.
2) En segundo lugar, que doy gracias a Dios por haberle conocido y haber disfrutado de su amistad y sabiduría.
3) En tercer lugar, que su esposa (ahora su viuda), sus hijos, sus nietos, su familia en general, pueden y deben estar orgullosos de él, porque ha pasado por el mundo dejando una estela de bondad, de bien hacer y hacer el bien, de señorío, de caballerosidad, que ha marcado para siempre a todo aquel que hemos tenido el privilegio de conocerle.
4) En cuarto lugar, que su ida, me ha dolido mucho, me ha dolido en lo más profundo del alma, me ha dejado un gran vacío, como compañero de la universidad, del hospital, de la Real Academia, y, sobre todo, como amigo, un vacío imposible de rellenar, mientras viva. Le doy gracias por haberme distinguido con su amistad tantos años, y por tanto como aprendí de él.
5) Finalmente, y en quinto lugar, quiero terminar dirigiéndome a él directamente, pues sé que me estará escuchando, o creo que nos estará viendo y escuchando: ¡Amigo Jorge, voy a emplear un término taurino, parecido al que tú empleaste para terminar aquel discurso! “El día que te fuiste se abrió para ti la puerta grande del cielo, la puerta grande más importante de todas. Se abrió para que entraras, y ahí te quedaras para siempre”.

¡Hasta cuando Dios quiera amigo!  No te quepa duda de que el día que yo deje este mundo lo primero que hará mi espíritu, cuando llegue a esa vida, en la que ya está el tuyo, será buscarte y darte un fuerte abrazo. Abrazo espiritual naturalmente, porque ya no tendremos cuerpo.

Rafael Comino Delgado

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